Su historia es conocida, a pesar de que la única fuente fiable, y son comentarios puntuales, nunca un relato bien trabado, es lo escrito por Bernal Díaz cuando, ya muy viejo, se decidió a escribir la Historia verdadera —así, usando el calificativo con ánimo hiriente y vejatorio—, producto del hartazgo que le produjo la lectura de Gómara, el capellán de Hernán Cortés, en la que, según declaró el medinense, no dejaba sitio para los soldados.
Bien, si huimos de cuitas entre discrepantes —porque Bernal sí estuvo con Cortés en México, al contrario que López de Gómara, que escribió, sino al dictado del marqués, al menos bajo su esmero—, damos con Gonzalo Guerrero y, repetimos, la peripecia de su vida es célebre. Pero, ¿el hecho de que se aindiara, de que se convirtiera en poco menos que líder militar de un clan maya que Bernal denomina calachiones, qué significa? ¿Qué pudo traslucir realmente?
Semejante al caso de Cabeza de Vaca, que durante años anduvo perdido y sobreviviendo gracias a su ingenio, Guerrero hizo un viaje en el tiempo, y quizá de los más extraordinarios que cabe concebir. En gran medida abandonó el siglo XVI, y lo hizo voluntariamente, porque se negó reiteradamente a volver con las gentes de Cortés cuando fue apremiado para ello, prefiriendo morir en combate contra sus anteriores compatriotas.
Ese viaje, auténtico trayecto inverso, culturalmente hablando, es una verdadera catábasis: Guerrero, que consiguió su estatus después de años de cautiverio, debió haber visto singularidades formidables, por denominarlas de algún modo y, siendo de Palos de la Frontera —al menos es lo que dice Bernal—, hubo de echar en falta alguna de las cosas que hasta ese momento constituían su costumbre, el río Tinto, los caballos o al acero de las armas, la lengua y la religión, trascendental en aquel momento, las vestiduras o el compadreo con los amigos y, así, tantos otros etcéteras. Sin embargo, Guerrero no regresó, prefirió hacerse indio y se labró la cara, se taladró las orejas y prosperó en aquella sociedad y, ¡ay!, en semejante catábasis estaba Eurídice, por supuesto.
En la respuesta que recoge Bernal cuando Jerónimo Aguilar, sacerdote que también anduvo mucho tiempo entre indios y que oficiaba de lengua, de intérprete, lo apremiaba con ásperos argumentos, inquiriéndolo a que reflexione, pero Guerrero argumenta que está casado y tiene hijos, motivo suficiente como para que decida no abandonarlos.
Además, está Eurídice, la india hija del cacique maya Nachán Can que, por lo visto, gastaba malas pulgas, pues a resultas de la demanda, dejó un apremiante:
Mira con qué viene este esclavo a llamar a mi marido, íos (sic) vos y no curéis de más pláticas[1].
Que traducido al español, recordó el Bernal que en su vejez escribe la crónica. Aún quiso ser más convincente el clérigo:
No se pierda el alma de vuesa merced por una india[2].
Pero no era una india, era su esposa y se llamaba Za’asil[3], y pudo ser Eurídice, por la que se baja al infierno si es necesario, pese a que el cantor, Orfeo, tan lindo, antes de salir del reino de Hades, se dio la vuelta en el último tramo, para ver si la dama lo seguía, cometiendo el acto sacrílego por excelencia. Allí dejó la voz y a la esposa, y se tuvo que conformar con la llegada de la primavera.
Gonzalo Guerrero, de capitán español a caudillo maya
Gonzalo Guerrero no solamente defendió el amor tan porfiadamente, también fue el territorio. A pesar de que ningún ejército regular actuó jamás en las Indias durante el siglo XVI, buena parte de los conquistadores eran hombres de armas. Gente que se había enrolado en las naos seguramente después de obtener la licencia y ante las circunstancias del momento, pero cuando se dice los soldados de Cortés, o de cualquier otro, se miente, no había soldados, había individuos que actuaban como soldados, nada más. Los famosos capitanes no son otra cosa que adelantados, o sea, actúan con título civil, no militar.
El adelantamiento fue una institución creada por Alfonso X y utilizada desde entonces y, por supuesto, los Reyes Católicos la aplicaron a las Indias. Bajo ningún concepto confería autonomía a sus titulares, necesitando siempre autorización de la Corona para llevar vecinos, que no soldados, pues se consideraba jurídicamente delegación, con el compromiso de rendir cuentas a los soberanos cada cierto tiempo. El propio Fernández de Oviedo especifica que los adelantados, salvo algunos, pocos, tuvieron triste fin,
…es mal augurio en Indias tal honor e nombre[4].
El título se extinguió en 1715.
Como otros, es muy probable que aquel Guerrero llevara aprendidas muchas batallas, cabe improvisar, en la guerra de Granada, en Francia o en Italia. Una vez erigido como comandante —un anacronismo, desde luego— de Nachán Can, evidenció sus saberes militares dificultando la conquista española en el Yucatán.
Aparte de la mención bernaldiana acerca del supuesto origen de Gonzalo Guerrero, nada más se saber de éste hasta mucho más adelante. A veces se ha propuesto que naufragó junto al adelantado Diego de Nicuesa cuando huyó de las manos de Vasco Núñez de Balboa en el Darién. Semejante viaje, seguramente improvisado, en una embarcación mal provista y peor preparada para la singladura, acabó hundiéndose y llevándose al fondo a Nicuesa y a la mayor parte de la marinería.
Pero Guerrero también pudo haberse embarcado y zozobrado con los partidarios de Balboa, gobernador y capitán general de la provincia del Darién, una vez se autoproclamó alcalde mayor del Darién, siendo admitido por la Corona el 23 de diciembre de 1511, o sea, a raíz de la desaparición de Nicuesa y unos años antes de que el 15 de enero de 1519 su cabeza rodara por el cadalso por sentencia de Pedro Arias de Ávila.
Con todo y a pesar de las diferencias, sobre algún peñasco —quizá el arrecife de Alacranes[5], cerca de la península de Yucatán, donde años después iría a parar también Alonso de Zuazo y cuya historia narra Oviedo con premura y saber de verdadero novelista—, sin absolutamente nada salvo la vida, se sirvió de los restos de algún bote o braceó hasta llegar a tierra firme.
Entre los escasos supervivientes estaba el sacerdote Jerónimo del Aguilar, que también pudo ser fraile, y que fue quien años después requirió a Guerrero, siendo contestado por Za’asil con aquella brava respuesta. Nada más llegar a Yucatán fueron hechos prisioneros de los mayas, donde una parte de los náufragos perecerían inmolados y el resto recluidos en jaulas de caña. Después llegó la repartición como esclavos entre los caciques importantes.
De aquellos náufragos solo sobrevivieron Aguilar y Guerrero, y este consiguió adaptarse a las circunstancias, pues Nachán Can se amigó con él, aprendió la lengua y fue ascendiendo de rango hasta casarse con la hija del cacique y tener tres hijos. En todo el trasiego, se aindió, ataviándose como los mayas y dibujándose en la cara los adornos rituales de la tribu. Antes incluso de que Cortés apareciera en el Yucatán, es probable que Gonzalo Guerrero ya se enfrentara en los años 1517 y 1518 a las exploraciones de Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva.
Cuando Cortés empezó a explorar el Yucatán hacia 1527, empezando por desembarcar en la isla de Cozumel, supo enseguida de la existencia de dos españoles que vivían con los indios. Tenía urgente necesidad de traductores porque excepto Malinche —regalada por los olmecas en 1519, que entendía el náhuatl y poco después el español y que sería su amante y su consejera—, no había lenguas más allá de un indio llamado Melchorejo, con lo que Cortés los buscó con ahínco enviándoles cartas y dos naos a la costa que esperaron bastantes días. La oferta de Cortés hizo que Aguilar rápidamente se volviera con los conquistadores, pero Guerrero se negó en redondo a regresar, de ahí la respuesta que recoge Bernal Díaz.
Idos vos con Dios[6].
Y seguidamente, la respuesta ya traída de Za’asil.
Tiempo después, durante aquel año de 1527, Guerrero combatió al adelantado Francisco de Montejo, asunto que lo convirtió en enemigo considerable. Tanto fue así que Montejo le volvió a ofrecer el olvido de anteriores agravios y la incorporación a su hueste, proposición que tornó a rechazar, desde luego.
Un detalle significativo es que Montejo le mandó otra carta con las más altas expectativas si regresaba, enviándole Guerrero contestación al reverso, dada la ausencia de papel para escribir, pensemos que vivía en un estadio próximo al neolítico. Pero lo crucial, el detalle, es que sin la presencia ya de Aguilar, Guerrero sabía leer y escribir, no sería por tanto un zagal infeliz y desastrado.
A continuación, y algo debió intuir, dio en construir parapetos que pensaba serían suficientes para defender Chetumal. Por otra parte, Guerrero era hombre capaz de servirse de recursos modernos, la desinformación, de tal modo que hizo llegar un mensaje a uno de los capitanes que iba a encontrarse con Montejo para caer sobre Chetumal en el que le avisaba del fallecimiento del adelantado y, al mismo tiempo, decía a Montejo que la otra columna había sido destruida en un emboscada por los indios. De aquel modo, ambos contingentes tornaron al punto de partida, sin haber llegado siquiera a divisar los terraplenes alzados por Guerrero.
Años después, Gonzalo Guerrero quiso emular sus logros más lejos, en tierra de Honduras, siendo arcabuceado mortalmente un 13 de agosto de 1536, tras un cuarto de siglo pasado con los mayas.
Hoy en día, proscrito por unos y elevado a la categoría de héroe por otros, se erige en Mérida (México), en el paseo dedicado al adelantado Montejo, para pasmo de paseantes, una estatua de Gonzalo Guerrero ataviado de combatiente indio y, levantada en 1996, otra en Chetumal en la que, a su lado, está Za’asil, bellísima, como la Eurídice que supo rescatar al Orfeo español.
Bibliografía
- Aguirre, E. (2004): Gonzalo Guerrero. México: Planeta-De Agostini.
- Barba Meinecke H., y Pizá Chávez, A. (2018): «El arrecife Alacranes, Yucatán. Percepciones de un espacio marítimo en el siglo XVI», Revista Trimestral del Centro INAH, año 5, 15.
- Casas, B., Historia de las Indias (Biblioteca Ayacucho).
- Díaz del Castillo, B., Historia verdadera de la conquista de Nueva España (Instituto Gonzalo Fernández de Córdoba).
- Fernández de Oviedo, G., Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano (BAE).
- González Ibarra, J. (1997): Gonzalo Guerrero, primer mexicano por voluntad propia. Morelos: UAEM.
- Landa, D., Relación de las cosas de Yucatán (Porrúa).
- López de Gómara, F., Historia de la conquista de México (Biblioteca Ayacucho).
Notas
[1] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Instituto Gonzalo Fernández de Córdoba, Madrid, 1982, capítulo XXVII, pág. 50.
[2] Ibidem.
[3] Al menos ese es el nombre que dan Suárez Caamal y Ramírez Canul en el Himno de Quintana Roo.
[4] Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, BAE, Madrid, 1992, Tomo II, Lib. XXIII, cap. XI, pág. 370 y ss. Oviedo da un listado de los adelantados y de la peripecia que les aconteció, salvo acerca de Alonso Luis de Lugo, que en el momento en que redacta el texto todavía anda en prisiones en España.
[5] Las Casas da isla de Víboras, cerca de Jamaica (Historia de las Indias, Biblioteca Ayacucho, volumen III, pág. 157), aunque mucha distancia hay para poder llegar a Yucatán en un bote maltrecho y con unos náufragos malheridos y sin utillaje.
[6] Vid nota 1.
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